SANTA MONICA

“I’m an old lady” es lo que me dijo la dueña de la casita y no mentía, tenía 70 años, ¡aunque más vitalidad que yo a las 11 de la mañana! Había emigrado de Grecia con el resto de su familia en los años 60 y amaba los Estados Unidos, varias veces me dijo que este era un país de oportunidades, que quizá ahora no se notara tanto, pero en aquella época ella y sus hermanos podían estudiar y trabajar al mismo tiempo y eso era algo que no se podía hacer en todos los países. Como cualquier persona de su edad tenía su idea de cómo se debe vivir en una casa y desde que entré me di cuenta de que yo no podría vivir allí, fue muy amable y hasta me sacó pastas caseras que ella hacía, no sin decirme antes que no pretendía persuadirme para que me quedara a vivir allí, que era sólo por cortesía.
Justo después había quedado con un español que vive por la zona (a 45 min de LA) por eso de hacer piña con los que son de “casa” que te hace sentir muy acogida. Me había comentado que tenía un coche pequeño, con lo que yo estaba mirando la calle y esperándome un Smart o algo similar, pero no, el “coche pequeño” era un BMW descapotable, pequeño, sí, pero también monísimo! Como tenía que quedarme por la zona para ver más casas, nos fuimos a la playa de Santa Mónica. ¡La playa! yo más emocionada que un niño pequeño en navidad, cuando llegamos entramos primero en un parking privado por error y me fijé por primera vez en la matrícula de un coche que no tenía ni números ni letras al azar, sino una palabra, se lo comenté y me dijo que era bastante común aquí: “de hecho mi coche también tiene la matrícula personalizada” “¡¡¡¿cómo?!!!” a bajarse del coche para verlo y efectivamente con el mismo Nick que utiliza internet, espectacular!! Hice una foto, si me da permiso la pongo por aquí.
Nos recorrimos la playa de Santa Mónica hasta Venice, lo que deben ser unas tres horas andando a paso tranquilo por el carril bici con peligro de muerte por lo rápido que van. La playa de todas maneras continúa hacía el sur y hacia el norte, vaya, que la costa de toda la zona es playa infinita de arena clara y de mucha profundidad (se ve en la foto). Las casitas a pie de la playa son impresionantes, paramos a una chica y le preguntó cuánto costaba vivir allí: 100$ el día 600$ la semana, ¡glup! Allí seguro que no acabo viviendo. Hay una especie de parque de atracciones con restaurantes y espectáculos callejeros, que vino siendo lo que menos me gustó. El paseo es menos espectacular de lo que estamos acostumbrados a ver en las películas y series, pero lleno de gente en patines, corriendo, en bicicletas de todo tipo… antes de llegar a Venice hay una playa, la playa del músculo, que además de haber aparatos para ejercitar los músculos hay una zona con mesas que tienen tableros de ajedrez y varios grupos de personas jugando. Comimos en un hotel de la zona en el que se come súper bien a un precio aproximado de 25 dólares por cabeza y me llevé dos gratas sorpresas: la primera que nada más llegar te cascan un vaso de agua gigante con hielo en la mayoría de los sitios sin que tú tengas que preguntar nada y que se puede pedir té natural con hielo y limón y te lo ponen tal cual lo suelo tomar yo, sin azúcar ni nada. La comida muy variada y sana y de vez en cuando nos rellenaban el vaso de té, lo que también me pareció un invento. Siguiendo con mi recién descubierta pasión por las matrículas personalizadas vimos un todoterreno ocupado por un súper negro con anillos y collares espectaculares cuya matrícula ponía “MUSIC” y no me pude resistir, con ayuda de Alfonso, que es el chico español, pedimos permiso y también le hice una foto. Después de quemarnos y de una medio insolación fuimos a mirar las casitas, nada destacable que contar, las dos estaban en buena zona, pero ninguna me convenció.